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.En fila, sin un susurro, los monjes se dirigieron a sus celdas.Sin deseo de hacercomentario alguno, desaparecieron tambin los franciscanos y los hombres del papa, enbusca de aislamiento y reposo.Mi corazón estaba dolorido.-A la cama, Adso -me dijo Guillermo, mientras suba las escaleras del albergue de losperegrinos-.No es una noche para quedarse dando vueltas.A Bernardo Gui podraocurrrsele la idea de anticipar el fin del mundo empezando por nuestras carcasas.Maana trataremos de asistir a maitines, porque, cuando acabe el oficio, Michele y losotros franciscanos partirn.-Tambin se marchar Bernardo con sus prisioneros? -pregunt con un hilo de voz.-Seguramente.Aqu ya no tiene nada que hacer.Querr llegar a Avión antes queMichele, pero cuidando de que la llegada de este ltimo coincida con el proceso delcillerero, franciscano, hereje v asesino.La hoguera del cillerero ser la antorchapropiciatoria que alumbrar el primer encuentro de Michele con el papa.-Y qu le suceder a Salvatore.y a la muchacha?304 Umberto Eco El Nombre de la Rosa-Salvatore acompaar al cillerero, porque tendr que ser testigo en su proceso.Puedeser que a cambio de ese servicio Bernardo le perdone la vida.Quiz lo deje huir y luegolo haga matar.Tambin podra ser que lo dejara realmente en libertad, porque alguiencomo Salvatore no interesa para nada a alguien como Bernardo.Quizs acabeasesinando viajeros en algn bosque del Languedoc.-Y la muchacha?-Ya te he dicho que es carne de hoguera.Pero la quemarn antes, por el camino, paraedificación de alguna aldea ctara de la costa.He odo decir que Bernardo tendr queencontrarse con su colega Jacques Fournier (recuerda este nombre; por ahora quemaalbigenses, pero apunta ms alto), y una hermosa bruja sobre un montón de lea servirmuy bien para acrecentar el prestigio y la fama de ambos.-Pero no puede hacerse algo para salvarlos? -grit-.No puede interceder el Abad?-Por quin? Por el cillerero, que es un reo confeso? Por un miserable comoSalvatore? O acaso piensas en la muchacha?-Y si as fuese? -me atrev a responder-.En el fondo, es la nica inocente de los tres.Sabis bien que no es una bruja.-Y crees que despus de lo que ha sucedido el Abad estara dispuesto a arriesgar elpoco prestigio que le queda para salvar a una bruja?-Asumió la resnonsabilidad de la fuga de Ubertino!-Ubertino era uno de sus monjes, y no estaba acusado de nada.Adems, qu tonterasme ests diciendo: Ubertino era una persona importante.Bernardo sólo hubiese podidoatacarlo por la espalda.-De modo que el cillerero tena razón: los simples siempre pagan por todos, incluso porquienes hablan a favor de ellos, incluso por personas como Ubertino y Michele, que consus prdicas de penitencia los han incitado a la rebelión!Estaba desesperado; ni siquiera se tena en cuenta que la muchacha no era una hereje delos fraticelli, seducida por la mstica de Ubertino.Era una campesina, y pagaba por algoque no tena nada que ver con ella.-As es -me respondió tristemente Guillermo-.Y si lo que ests buscando es unaesperanza de justicia, te dir que algn da, para hacer las paces, los perros grandes, elpapa y el emperador, pasarn por encima del cuerpo de los perros ms pequeos quehan estado pelendose en su nombre.Y entonces Michele o Ubertino recibirn el mismotrato que hoy recibe tu muchacha.Ahora s que Guillermo estaba profetizando, o sea razonando sobre la base deprincipios de filosofa natural.Pero en aquel momento ni sus profecas ni susrazonamientos me brindaron el menor consuelo.Lo nico cierto era que la muchachasera quemada.Y yo me senta en parte responsable de su suerte, porque de algn modoen la hoguera expiara tambin el pecado que yo haba cometido con ella.305 Umberto Eco El Nombre de la RosaSin ningn pudor estall en sollozos, y corr a refugiarme en mi celda.Pas toda lanoche mordiendo el jergón y gimiendo impotente, porque ni siquiera me estabapermitido lamentarme -como haba ledo en las novelas de caballera que comparta conmis compaeros de Melk- invocando el nombre de la amada.Del nico amor terrenal de mi vida no saba, ni supe jams, el nombreSexto daSexto daMAITINESDonde los prncipes sederunt, y Malaquas se desplomaBajamos para ir a maitines.Aquella ltima parte de la noche, ya casi la primera delnuevo da, era an neblinosa.Mientras atravesbamos el claustro, la humedad se memeta hasta los huesos, molidos por la mala noche que acababa de pasar.Aunque laiglesia estuviese fra, lanc un suspiro de alivio cuando pude arrodillarme bajo susbóvedas, al abrigo de los elementos, reconfortado por el calor de los otros cuerpos y dela oración.A poco de empezar el canto de los salmos, Guillermo me sealó un sitio vaco en losasientos que haba frente a nosotros entre el sitio de Jorge y el de Pacifico da Tivoli.Erael asiento de Malaquas.En efecto, ste siempre se sentaba junto al ciego.No ramoslos nicos que habamos advertido su ausencia.De una parte, sorprend la miradainquieta del Abad que ya saba muy bien qu sombras noticias anunciaban aquellasausencias.Y de otra parte percib una extraa agitación en el viejo Jorge.La oscuridadcasi no dejaba ver su rostro, tan indescifrable por lo comn debido a los ojos blancosprivados de luz, pero sus manos estaban nerviosas e inquietas.En efecto, varias vecestanteó a su lado, comopara controlar si el sitio seguia vaco.A intervalos regularesrepeta este ademn, como si esperase que el ausente reapareciera en cualquiermomento, pero al mismo tiempo temiese que ya no volviera a aparecer.-Dónde estar el bibliotecario? -pregunt a Guillermo en un susurro.-Ahora -respondió Guillermo-, Malaquas es el nico que tiene acceso al libro.Si no esel culpable de los crmenes, quizs ignore los peligros que ese libro encierra.Era todo lo que poda decirse por el momento.Sólo quedaba esperar.Y esperamos:nosotros; el Abad, cuya vista segua clavada en la silla vaca; y Jorge, que no dejaba deinterrogar la sombra con las manos.Cuando acabó el oficio, el Abad recordó a los monjes y a los novicios que debanprepararse para la gran misa de Navidad, y que, como era habitual, el tiempo que faltabahasta laudes se dedicara a probar el ajuste de la comunidad en la ejecución de algunosde los cantos previstos para dicha ocasión.En efecto, aquella escuadra de hombres306 Umberto Eco El Nombre de la Rosadevotos estaba armonizada como un solo cuerpo y una sola voz, y a travs de los aoshaba llegado a reconocerse unida en el canto, como una sola alma.El Abad invitó a entonar el Sederunt:Sederunt principeset adversus meloquebantur, iniqui.Persecuti sunt me.Adjuva me, Domine,Deus meus salvum mefac propter magnammisericordiam tuam.Me pregunt si el Abad no habra decidido que se cantara aquel gradual precisamenteaquella noche, en que an asistan al oficio los enviados de los prncipes, para recordarque desde haca siglos nuestra orden estaba preparada para hacer frente a la persecuciónde los poderosos apoyndose en su relación privilegiada con el Seor, Dios de losejrcitos.Y en verdad el comienzo del canto produjo una impresión de inmenso poder.Con la primera slaba, se, comenzó un lento y solemne coro de decenas y decenas devoces, cuyo sonido grave inundó las naves y aleteó por encima de nuestras cabezas,aunque al mismo tiempo pareciese surgir del centro de la tierra [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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